BUSCANDO AL ZÁNGANO TRADICIONAL

Si diéramos por válidos todos los testimonios reflejados en la primera de nuestras entregas, llegaríamos a la conclusión de que el zángano flamenco es una evolución artística del zángano tradicional, fandango bailable y folclórico que en los siglos XVIII y XIX, supuestamente, cantaban y bailaban los hortelanos en las riberas y huertas del río Genil a su paso por Puente Genil. Zángano tradicional, de acuerdo a los mismos testimonios, recuperado por Coros y Danzas de la Sección Femenina pontana en la década de los 40 del pasado siglo. Es decir, lo que dichos testimonios promulgan es la existencia del ZANGANO TRADICIONAL pontano, germen del zángano flamenco. ¿Pero existió, realmente, dicho zángano tradicional? Hagamos un repaso cronológico a los mismos, a ver qué sacamos en claro.

La primera referencia escrita[1] que señala la existencia de un zángano en las huertas del Genil, recogido y recuperado posteriormente por Coros y Danzas de la Sección Femenina, la encontramos en 1959 en la pluma del poeta y flamencólogo pontanés Ricardo Molina Tenor. Textualmente señala Ricardo: “Respecto a las derivaciones (del fandango de Lucena), hay una muy notable, que yo sepa, es la modalidad llamada ‘zánganos’ en las huertas de Puente Genil, especie de fandango ligero y bailable, que con certera intuición artística han recogido e interpretado magistralmente ‘Coros y Danzas’”. En 1960, el escritor y periodista Antonio Losada Campos, se refiere también al zángano tradicional en términos muy parecidos, destacando su parentesco con los verdiales y fandangos de Lucena: “También tienen parentesco (se refiere a los verdiales) con los famosos fandangos de Lucena y muy especialmente con una variedad de los mismos, de aire alegre, vivaz y gracioso, que se canta y baila en el pago de las riberas del río Genil, muy próximo a Puente Genil al que los huertanos designan con el nombre de ‘Zángano’’. Este parentesco se explica por el que hay a su vez entre la ‘rondeña’ y el fandango lucentino. Esta variedad de fandango ha sido recogida e incorporada, con notable acierto, a su repertorio por ‘Coros y Danzas’, llevando a los escenarios españoles y extranjeros su preciosismo colorista”. Cuatro años después, en 1964, el mismo Ricardo, pero ya con la colaboración del maestro Antonio Mairena, vuelve a señalar la existencia del zángano tradicional, al escribir: “¿Cuándo nació el fandango de Lucena? No podemos asegurar nada respecto a la época de su formación. Lo cierto es que en la comarca hay diversas modalidades del mismo cante, tales como los ‘zánganos’’ de las huertas del Genil y los fandangos, ya casi perdidos, de Herrera”. En la década de los 60, el pontanés Francisco Luque Estrada, antiguo Cronista Oficial de la Villa de Puente Genil, en el ABC de Sevilla escribe varias noticas con las que nos da fechas concretas, sin aportar prueba documental alguna, de cuándo el zángano tradicional se interpretaba. Concretamente, en 1966 escribe: “También continuarán esos atrayentes concursos de este estilo que tanto el próximo día de San Juan, en las Riberas de dicho nombre, como en el de Santa Ana, en la del Palomar, y San Pedro, en la Ribera Alta, tienen lugar, siendo en los mismos donde queda perfectamente saturado de cante bueno, el que profundamente lo siente, pues siempre sobresale el típico ‘Zángano’ de Puente Genil, que se viene entonando por los huertanos de la vega del Genil desde el año 1720, y que aprendido perfectamente de unos a otros, jamás pierde su auténtico y clásico estilo”. Otra noticia similar del mismo autor la encontramos de 1968, señalando curiosamente otra fecha: “Las fiestas de San Juan en Puente Genil revisten enorme solemnidad, puesto que los huertanos de la florida Ribera Baja, que cantaban allá por el año 1771 el clásico ‘Zángano de Puente Genil’, aún siguen haciéndolo”. En 1983, en una publicación de Montes de Piedad y Cajas de Ahorro de Córdoba, aparece una descripción del zángano tradicional: “Baile de las huertas situadas a las orillas del Genil. Del testimonio de los ancianos de estos parajes parece deducirse que ya se conocía en el último tercio del siglo XVIII. Lo bailan tres grupos de tres. El nombre de zángano le viene de que el que baila en el centro de cada grupo es un hombre y baila alternativamente con las dos de los dos lados. Se ejecutaba este baile en las fiestas de Santa Ana de la Ribera Alta y en las de San Juan en la Ribera Baja. También, como en todas las poblaciones agrícolas, durante las recolecciones de frutos. Los instrumentos con los que se acompañan son guitarra, laúd, bandurria y castañuelas”. Tres años después, en 1986, la folclorista Pepa Guerrero Valdenebro da una nueva fecha de cuándo se interpretaba el zángano tradicional, señalando algunas de sus peculiaridades: “Fandango ‘El Zángano’. Tiene su origen en la ribera de huerta del Genil, donde se baila desde 1778 en las fiestas de la Patrona Santa Ana, en la Ribera Alta, y en la Baja el día de San Juan, Patrón de esta zona. También es costumbre bailarlo en las fiestas que se organizan con motivo de la recogida del maíz y otros cereales de aquella región. Este fandango se puede completar con coplas apropiadas. La voz no tiene punto determinado de entrada, como tampoco existe orden establecido en las diferentes variantes que constituyen la introducción final. El compás es de 3 por 4 y se acompaña con guitarras y palillos”. En el mismo año, Angelita Martín Flores, antigua componente de Coros y Danzas de Puente Genil y personalidad clave en la cultura pontana por su labor de conservación y divulgación del folclore pontanés, responde de la siguiente manera a una de las preguntas en una entrevista: “Mi afición a la danza me llevó a interesarme por los bailes autóctonos, el Zángano, el Fandango Pontanés y el Perdigón. El Zángano lo bailaron en la posguerra María Jesús y Carmen Moreno, Elisa y Pepilina Reina, en la puerta de la Purificación y con acompañamiento de orquesta. En la labor de rescate me ayudaron todas ellas, junto a María Reina Bajo y Mercedes Gómez de Cisneros, que diseñó los ropajes. Fuimos por todas las riberas y cortijos indagando, pero fue en Puerto Alegre, cuando estuvimos viendo bailar a varias hortelanas, donde nos indicaron la persona que nos asesoraría adecuadamente. Se trataba de Carmen Vida, una anciana que guardaba fielmente en la memoria todos los pasos del Zángano. Aquí, observamos cierta contradicción en Angelita, ya que si, por un lado, asegura que el zángano ya era bailado, nada más y nada menos que con orquesta (por tanto, ya estaría recuperado), en la posguerra por María Jesús, Carmen Moreno, Elisa y Pepilina Reina – protagonistas de la Sección Femenina anteriores a Angelita -, por otro lado, asegura que fue ella la que lo recuperó o rescató junto a María Reina Bajo y Mercedes Gómez de Cisneros. En 1989, de nuevo Luque Estrada, hace, de alguna manera, referencia al zángano tradicional, concretamente nos habla de la labor de Coros y Danzas de Puente Genil: “COROS Y DANZAS DE PUENTE GENIL. El mencionado Grupo Artístico viene participando en los Concursos de Coros y Danzas, del año 1943, habiendo quedado magníficamente clasificado en todas sus actuaciones en pruebas provinciales, regionales e incluso nacionales. Los mayores éxitos que ha obtenido este grupo folklórico han sido en los concursos con bailes de Puente Genil, ‘El Zángano’ y el ‘Fandango’, bailes pontanos que se han sabido rescatar y conservar para volver al pueblo a enseñar a cuantos han querido no perder nunca las raíces de este arte que arranca de las huertas del Genil”. Unos años después, concretamente en 1992, el estudioso malagueño Aurelio Gurrea Chalé  propone una descripción muy breve del baile del zángano, tanto el de Puente Genil como el de Málaga, en los siguientes términos: “El baile en trío, llamado también ‘zángano’ como en Málaga o Puente Genil, es ejecutado por dos mujeres y un hombre con el ritmo de mudanzas seguidas, los cuales se van desplazando dango giros y cruzándose entre sí como tratando de realizar una trenza con la imaginaria estela que van dejando sus cuerpos en movimiento”. Al año siguiente, el profesor y preclaro estudioso y divulgador de la cultura pontana Juan Ortega Chacón asegura que a primeros del siglo XX se bailaba y cantaba el zángano tradicional en las riberas. Lo hace de esta manera: “Debía de existir, a principios de siglo, una predisposición, un riquísimo magma flamenco. Estaban abiertos sus aires, su especial sensibilidad fronteriza, a la rosa de los vientos de todos los cantes. Se bailaban y cantaban los ‘zánganos’ en las fiestas ribereñas”. En ese mismo año, el periodista y flamencólogo Ángel Álvarez Caballero, en una de sus publicaciones, resalta la creación por parte del maestro Fosforito del zángano flamenco a partir del zángano tradicional. Textualmente señala: “Con el nombre de zángano se conoce un fandango de Puente Genil que en realidad es una variante del cante de Lucena. También es subsidiario, en consecuencia, de los aires de verdiales malagueños. Como estilo flamenco no tiene aún mucha historia, pues fue ‘Fosforito’ quien hace unas décadas creó esta nueva forma jonda a partir de un fandango folclórico bailable muy popular en las riberas alta y baja del Genil. Este fandango se acompañaba, como el verdial, con instrumentos de pulso y púa, tal que bandurrias, laúdes, guitarras, etcétera; la letra o canto se subordinan a la danza, de gran belleza y simplicidad. Fosforito’ percibió que en el mismo había materia para una recreación puramente flamenca, y abordó el empeño con sus peculiares intuición y acierto”. También en 1993, encontramos la publicación de una muy interesante conferencia impartida por el ilustre músico pontanés Joaquín Ruiz Millán – participó como trompetista, en 1944, en la primera ocasión en la que el grupo de baile de Coros y Danzas de Puente Genil interpretó el baile del zángano en el concurso provincial de Córdoba -, donde insiste en la existencia del zángano tradicional, situándolo como genuino de Puente Genil, y en la labor de recuperación que protagonizó Coros y Danzas: “La Danza Folklórica que ha alcanzado más popularidad en Puente Genil y quizás sea la única que ha existido, al menos en la época que no ocupa, es la denominada “El Zángano”, la cual al igual que en otras regiones de España, se ejecutaban otras similares, para festejar el final de las cosechas. El llamado “El Zángano”, es una especie de fandango bailado muy popular y genuino de Puente Genil, que se bailaba con motivo de la recolección del membrillo en una fiesta final celebrada en la ribera de huertas. Este baile, que casi llegó a perderse, fue recuperado en 1943 siendo su primera presentación en un Concurso de Coros y Danzas celebrado en Córdoba el año 1944”[2]. Dos años después, el prestigioso flamencólogo Agustín Gómez, apunta la posibilidad de que el zángano flamenco proceda del zángano tradicional. Así lo escribe: “EL ZANGANO. No hemos encontrado el cante del zángano en las 78 r.p.m del flamenco. El primero en nuestra experiencia ha sido ‘’Fosforito’. Su antecedente puede ser el baile del zángano y el fandango de Puente Genil, ambas formas, bailables y folclóricas que todavía se mantienen intactas. La primera es acompañada de guitarra, laúd y castañuelas, en las fiestas de Santa Ana, de la Ribera Alta, y en las de San Juan, en la Ribera Baja”. Con el término “fandango de Puente Genil” se refiere Agustín a otra forma musical pontana de carácter folclórico, puesta en liza por Coros y Danzas. En 1998, el investigador Francisco Calzado Gutiérrez reconoce la existencia del zángano tradicional y su evolución a la forma flamenca: “Se conoce el zángano primitivo, con connotaciones folclóricas, y por tanto bailable, que está emparentado con el primitivo fandanguillo de Lucena, también bailable, y del que existen muchas y preciosas letras. Posteriormente, y como consecuencia del extraordinario auge del fandango, el zángano evoluciona hacia formas más flamencas”. En 1999, Antonio Berral Cardeñosa, antiguo vecino de una de las aldeas de Puente Genil, en base a sus vivencias de niño y al testimonio de sus mayores, propone una interesante y detallada narración sobre cómo se bailaba el zángano tradicional, muy parecida por cierto a cómo, posteriormente, lo escenificó Coros y Danzas: “Ahora como entonces, sería digno de ver a nuestras abuelas bailando el ‘Zángano’. “Aquél airoso y movido Fandango, evolucionando al compás de su música y sus vivos compases, moviendo los amplios vuelos de sus largas faldas, acompañándose con castañuelas adornadas con cintas de seda de todos los colores, elevando los brazos al aire trocándolos con el movimiento de los pies en un alarde de giros, trenzados, o entrecruzados con sus parejas y mudanzas como requieren tan lindo baile. Danza que se baila a tres. Dos mujeres y un hombre, las mujeres en los extremos y el hombre en el centro, alineados. Al comenzar la música, el hombre quieto y las mujeres bailando en los extremos. Al iniciar el canto, entre giros, braceos airosos y movimientos de pies al compás de los punteos, las damas se mudaban de lugar entrecruzándose con el ‘Zángano’, o ‘bailaor’, que permanecía en el centro hasta que acababa el canto y comenzaba nuevamente la música. Dicho baile, que se acompaña con música de guitarra, panderetas, castañuelas y otros instrumentos, es de ritmo vivió y alegre, con vistosos movimientos y aire de Verdiales”. Asimismo, apunta algo sobre sus orígenes, estableciendo su dualidad (la folclórica y la flamenca): “El ‘Fandango de Lucena’, según nuestro querido paisano y amigo Juan López (Juanele), periodista y gran comentarista taurino, miembro del grupo literario ALAN, lucentino de pura cepa, fue llevado hasta aquella ciudad cordobesa por los carreros y arrieros de Lucena que bajaban con sus cargamentos hasta Málaga. Por la misma ruta, por influencias de aquel o por vías diferentes, el fandango llegó a Puentegenil, donde fue adoptado con el nombre genérico de ‘Zángano’. Del fandango de Puentegenil[3] se conservan las dos versiones: La flamenca clásica y la modalidad popular bailable”. Antonio Sierra Aranda, gran aficionado pontanés, en 2001, señala la existencia del zángano tradicional, su evolución flamenca y la labor de recuperación que protagonizó la Sección Femenina: “Según cuenta Márquez Cabello, el zángano se cantaba en nuestras riberas y, sobre todo, en el desgrane del maíz, al cual acudían los vecinos para ayudarse entre ellos y, al final, el beneficiado obsequiaba con una fiesta donde no faltaba el vino y los cantes de la tierra”. “El zángano, aunque conocido en su tierra, gracias a la loable labor de la Sección Femenina Local, al trabajo de rescate de Angelita Martín Flores y Mercedes Gómez de Cisneros, que indagaron por las huertas y las riberas del Genil, que fomentaron la representación cantada y bailada del mismo, es justo decir que cobra carta de naturaleza y su auténtico rango flamenco cuando ‘Fosforito’ lo grabó, prestándole su impronta artística y su indudable personalidad. Zángano: versión primitiva bailable, con connotaciones folclóricas, que está emparentado con el fandanguillo de Lucena”. El profesor y aficionado Jesús Asensi Díaz, un año después, insiste en la existencia del zángano tradicional y en la labor de recuperación de Coros y Danzas, destacando al maestro Fosforito como el responsable de su derivación al zángano flamenco: “El singular enclave geográfico de Puente Genil es el fundamento de las influencias flamencas que ha recibido, pero, también, en su seno, en el corazón de su exuberante vega, en sus huertas y membrillares surgió un cante bailable, popular, de indudable raíz folclórica denominado ‘zángano’. La huerta, además de laboriosa, sabía festejar los momentos importantes de su ciclo productivo. Según cuenta Márquez Cabello, el ‘zángano’ se cantaba a finales del s.XIX en las riberas del Genil, sobre todo, en el desgrane del maíz, al cual acudían los hortelanos para ayudarse entre ellos. Cuando se terminaba la faena, se organizaba una amena reunión donde se comía, se bebía el buen mosto pontanés y se cantaba y se bailaba el ‘zángano´”.” Este primitivo ‘zángano’ bailable fue quedando en el olvido y gracias al recuerdo de los más viejos hortelanos y a la loable labor de la Sección Femenina local, pudo ser recuperado y transcrito musicalmente entre 1940-1950, para ser cantado y bailado por los Coros y Danzas de la Sección Femenina que lo divulgaron”. “Cualquiera que sea su emparentamiento con el fandango lucentino o con los verdiales, lo cierto es que el ‘zángano’ adquirió personalidad propia y auténtico rango flamenco, cuando ‘Fosforito’ lo recogió con cariño y lo transformó, elevando su base folclórica a la categoría flamenca”. En el 2007, los prestigiosos investigadores José Manuel Gamboa y Faustino Núñez señalan: “Zángano. Modalidad cordobesa de Puente Genil. Se hace flamenco cuando Antonio Fernández Díaz ‘Fosforito’, lleva en 1957 un fandango de su tierra al terreno del cante flamenco”. Siete años después, en 2014, Mercedes Gómez de Cisneros, personaje fundamental de Coros y Danzas de Puente Genil en la década de los 50 del pasado siglo y compañera, en cuanto a la divulgación de los bailes populares pontanos, de la anteriormente mencionada Angelita Martín Flores, hace referencia al zángano tradicional, pero contradice a Angelita, en cuanto al momento y la persona que, realmente, recupero el zángano en Coros y Danzas. Señala Mercedes: “Cuando yo llego a la Sección Femenina, ya María Jesús Moreno había recogido el Zángano, nuestro baile popular. Nos lo enseñó a Angelita y a mí y nosotras a medio pueblo. María Jesús nos decía que también existía un fandango, pero no habían conseguido recogerlo. Entonces, nos pusimos a buscar a la persona de las huertas que lo sabía, nos lo enseñó y nosotras lo transmitimos a los distintos grupos que teníamos formados para que se divulgara y no se perdiera. Nos contaba, que estos bailes los bailaban en los ‘acabaos’ de la recogida de las cosechas y finales de las tareas del campo. Así, se reunían, se trataban e incluso salían bodas de esos encuentros. Si tenían algún guitarrista con ellos o algunas castañuelas, acompañaban el baile y si no, marcaban el compás con lo que tenían a mano, como dando con un cubierto en el relieve de las botellas de anís, dando con una alpargata en la boca de un cántaro o golpeando dos cubiertos el uno con el otro”. Dos años después, el extraordinario aficionado Daniel Pino incide en la procedencia folclórica del zángano flamenco, pero cuestiona el lugar de origen del zángano tradicional, señalando la existencia de otras formas parecidas, como por cierto hemos analizado en el apartado anterior, en otros lugares geográficos: “Realmente, como estilos flamencos, son dos las versiones creadas en la localidad: la de Fosforito y la de Pedro Lavado. El tronco común de ambos cantes es el zángano en su estado folclórico. Parece ser discutible el lugar de origen de la versión popular, pues además del zángano folclórico de Puente Genil, se encuentran otros de semejantes características melódicas dispersos por localidades malagueñas e incluso por la costa granadina”. Sin irnos del 2016, nos encontramos, en la pluma del fenomenal aficionado y mejor investigador Miguel Ángel Jiménez Valverde, una reflexión que por primera vez cuestiona, y además con muy bien criterio, la procedencia del zángano flamenco a partir del zángano tradicional, así lo expresa: “¿Cuál es la aportación del zángano folklórico al zángano flamenco? Que hayamos podido observar, solo el zángano folklórico le ‘presta’ el tercio 4, el resto es personal y/o de nuevo cuño. Entonces, entendiendo que para llamarse evolución ese proceso de cambio debería darse el mayor grado en el cuerpo musical, ¿se puede tomar este hecho como una evolución? Según nuestro criterio, si la única similitud es el préstamo de ese cuarto verso, definitivamente nos parece exagerado tildarlo como evolución, el zángano folklórico no puede tener esa patente, más bien es una composición que toma como fragmentos de otros fandangos, ya sea el de Cayetano, la Rondeña y el Zángano popular, y que se resuelve con talento y sentido musical para dar a luz un cante perfectamente terminado”. Por último, dos años después, en 2018, de nuevo Juan Ortega Chacón, en su imprescindible obra enciclopédica sobre el flamenco de Puente Genil, vuelve a insistir en la existencia del zángano tradicional, en lo orígenes folclóricos del zángano flamenco y en la labor de recuperación de Coros y Danzas. Así lo escribe: “Por sus contactos (refiriéndose a la madre del gran Perico Lavado) con el mundo rural y de las huertas escuchó en sus orígenes el ‘zángano’ y otros fandangos y cantares de la zona, así como las nanas”. “Parece lógico pensar, que la importancia de las huertas, regadas por el Genil y sus feraces riberas, junto a otras faenas temporeras, pudieron propiciar las reuniones festeras y familiares en fechas o eventos concretos en los que los bailes y danzas, junto a músicas de instrumentos rudimentarios, cantares alusivos o de carácter amoroso, los que escenificaron idílicas celebraciones.  Junto al eterno argumento de los quereres y desamores, el paisaje de la huerta y las anécdotas vitales, esmaltarían las letras de fandangos bailables que, en evolución más o menos artística, emparentados con los aires ‘averdialados’ dominantes en toda esta amplia zona, como un soplo mediterráneo, nos parecen la base folclórica de los que acabarían conformando el residual fandango local y engrandecido ´Zángano’”. “En cualquier caso, todos los estudiosos le han puesto cuna en las huertas del Genil. Pepa Guerrera Valdenebro, acreditadísima folclorista, lo sitúa estructurado en torno a 1878 en las fiestas de Santa Ana del Palomar y San Juan de la Ribera Baja”. ” Pero aquí nos interesa subrayar sus orígenes folclóricos ya que, como en tantas otras ocasiones aparece en la historia del flamenco, los ‘bailes’ – durante mucho tiempo tratados con desdén por los ortodoxos del cante – fueron el origen de ese zángano de Puente Genil que tanto nos enorgullece”. “Tras la catastrófica guerra civil este baile, como tal, estaba perdido. Por consiguiente, hemos de resaltar la encomiable labor que hubo de realizar la Sección Femenina de la Falange, que asumió la responsabilidad de rescatar un legado cultural folclórico que, sin esta intervención, hubiera desaparecido. Y más concretamente a la abnegada disposición de Doña María Jesús Moreno, junto a Doña Mercedes Gómez de Cisneros y, posteriormente, hasta faltarle las fuerzas, por la simpar ANGELITA MARTÍN”.

Como acabamos de apreciar, todos estos testimonios procedentes de protagonistas muy diversos (escritores, investigadores, musicólogos, flamencólogos, aficionados…), señalan la existencia de un zángano tradicional o folclórico. Pero ¡ojo!, ninguno de ellos va acompañado de evidencias que demuestren la existencia de dicho zángano tradicional. Con esto, en absoluto, afirmamos que esta forma folclórica no existiese; en nuestra opinión, aplicando la lógica y la insistente información procedente de la tradición oral, suponemos que sí, mas no lo podemos afirmar con rotundidad y veracidad científica mientras no se encuentren evidencias, es decir, certezas claras y manifiestas de las que no se pueda dudar. Evidencias, partiendo de los testimonios descritos más arriba, que hemos buscado insistentemente durante tres años (hemerotecas, bibliografías, trabajo de campo…), pero que, de momento, nos ha sido imposible encontrar. Quizás, lo más interesante que hemos hallado es lo que sigue a continuación, aunque sin aportar conclusiones definitivas; únicamente nos invita al sugerente, y muy habitual en esto del estudio de las músicas tradicionales, campo de las conjeturas. Por cierto, una puntualización en cuanto a las reflexiones de Daniel Pino y Miguel Ángel Jiménez. Cuando ambos se refieren al zángano folclórico, en la comparativa que establecen con el zángano flamenco, en realidad están hablando del segundo zángano de Puente Genil de Coros y Danzas, que, como explicamos en otro apartado, no tiene por qué coincidir con el zángano tradicional.

Revisando El Libro de Puente Genil[4] del insigne historiador y jurista pontano Antonio Aguilar y Cano, obra básica para estudiar la protohistoria e historia de Puente Genil, en busca de referencias de bailes o danzas que se interpretasen en siglos anteriores, apenas hemos encontrado datos que nos aporten luz en nuestra búsqueda. De los S.XVII y XVIII, lo siguiente en la página 213: “Las danzas en las procesiones, de que ya hablamos en el capítulo anterior, continúan exhibiéndose con el mayor lujo y variedad, tanto en el día del Corpus como el de la Purísima, y en algún otro caso que exigiese igual solemnidad. El baile durante las procesiones es antiquísimo y como rito religioso figura en la liturgia de todos los pueblos y época”. De esta cita quizás podríamos establecer, a modo de muy vaga hipótesis, alguna relación con lo que más arriba señala Angelita Martín de que en la posguerra, las que recuperaron el baile del zángano lo interpretaban con orquesta en la puerta de la Purificación. Parroquia de la que todos los años, en el mes de diciembre, sale la procesión de la Virgen de la Inmaculada Concepción (“la Purísima”), constituyendo todo un acontecimiento social en el pueblo al ser considerada La Patrona de la villa. En la página 268, encontramos un comentario sobre los arrieros, aquellos campesinos que iban y venían por las zonas limítrofes llevando y trayendo mercancía, y cómo no, suponemos que costumbres y músicas tradicionales. Concretamente está datado en 1833 y forma parte de una misiva escrita por un tal Sr. Ibarra describiendo la aparición de una epidemia de cólera, dice así: “Con motivo de haber negado en Antequera la entrada a los arrieros habituales de aquí, que venían en regreso de Málaga, poniéndoles en los pasaportes la nota de ‘pasen sin entrar’, a su llegada a esta se les denegó la introducción hasta averiguar los fundamentos de la determinación de Antequera”. En la página 360, Antonio Aguilar y Cano propone un resumen de las noticias encontradas sobre la música pontana de los siglos XVI y XVII, en las que reconoce que son muy pocas, y que apenas son de interés para este estudio. Simplemente destacar que se contrataban ministriles (músicos o juglares complementarios de los trovadores medievales) para fiestas privadas de la nobleza y para fiestas como la de San Juan, Navidad y Corpus, interpretándose, en esta última, danzas junto a tañedores. Con relación a los bailes, en su concepción de evento, reconoce (pág.495) que en el SXIX: “Pocos se celebraron en este pueblo antes del primer tercio de este siglo; recuérdase alguno en la plaza de Abastos, cuando estuvo destinada a paseo. Después se dieron con frecuencia para para festejar las victorias de les ejércitos liberales sobre los carlistas durante la primera guerra civil. Si el tiempo era a propósito se realizaban en el Paseo de la Plaza y, si la estación no era apropiada para ello, en las Casas del Ayuntamiento. En cuanto a danzas, señala en la página 64: “en nuestro pueblo, como en toda España, fueron frecuentísimas para solemnizar las mayores fiestas religiosas, como por ejemplo las del Corpus y Concepción; pero sin limitarse a eso solo, pues en cuantas ocasiones se presentaban de popular regocijo en los siglos XVI y XVII se le ve representar papel importante. En las procesiones del Corpus eran imprescindibles. Consta ello de multitud de noticias conservadas en las actas y cuentas del Concejo, las que nos han conservado los nombres, solo los nombres por desdicha, de las de ‘cascabeles’, de ‘bejigueros’, de ‘gitanos’, la ‘indiada’ y la ‘judiada’. No se necesita mucho esfuerzo para comprender que esos nombres respondían a los trajes que llevaban los danzantes, y que el objeto de ellas eran patentizar la adoración del Sacramento por judíos, indios, gitanos, etc”. También, se hace eco Antonio Aguilar, en la página 499, de las romerías, concretamente de aquéllas protagonizadas en las aldeas en las que, de acuerdo a la tradición oral, se interpretaba el zángano tradicional. Por cierto, menciona, por fin, “músicas de guitarra”: “No son las romerías en este pueblo, ni han sido nunca, las típicas fiestas que con ese nombre se conocen en otras provincias de España, singularmente en las del Norte: no son la fiesta profano-religiosa fundada o motivada por la devoción a un santo o por la fama de milagroso que el mismo tenga: se reducen a un día de fiesta en determinada ribera de huertas para solemnizar, cada una por su turno, a su patrono. Las gentes de la villa dirijen sus paseos al punto en que tiene lugar la romería, y todo se reduce a meriendas, bailes, músicas de guitarra y canto. Las más notables son: la del día de San Juan en la ribera baja, la de S. Joaquín en la de Puerto Alegre, y la de Santa Ana en el Palomar. Quizás lo más interesante, pero sin aportar nada concluyente, que hemos encontrado para nuestro propósito, aparece en la página 364, cuando nos dice Antonio Aguilar: “Nuestro paisano D. Cayetano Godínez Galán, con una constancia admirable e imponiéndose un trabajo ímprobo, logró en 1887 y 88 constituir una sociedad coral denominada Orfeón Pontano, de que fue único director. Consiguió muy pronto dar audiciones en que cosechó abundantes aplausos; alentose a dar conciertos en este pueblo y ciudades vecinas, y seguramente, hubiese alcanzado aquella sociedad, de vivir más tiempo, una relativa perfección. Entre sus mejores éxitos cuenta el Orfeón Pontano, el logrado en el concierto ofrecido a la actual Duquesa de Denia en su hacienda de Castillo Anzur”. A simple vista, observamos que  no aparece nada de interés, mas no es así al enlazar con una noticia[5] encontrada en el Diario de Córdoba de febrero de 1890: “- Puente Genil – Febrero 12-. Hallándose en esta Villa, en su hermosísima posesión de Castillo Anzur, la Excelentísima señora Duquesa viuda de Medinaceli, proyectó la Sociedad coral de este pueblo, aue es la primera establecida en Andalucía, dar una audición en honor de esta ilustre dama. Sin previo aviso la alegre comparsa, compuesta de veinte orfeonistas, se puso en camino con objeto de llegar á la hacienda bien entrada la noche, pero ya algún impaciente indiscreto había dado conocimiento á la señora, quien inmediatamente ordenó adornar la entrada con arcos de ramaje, por donde se recibiera al Orfeón. En el inmenso patio una hoguera gigantesca lanzaba sus llamas hasta las nubes, y un buffet surtido admirablemente esperaba á aquellos estómagos de veinteaños. Las piezas cantadas por el Orfeón fueron: 1.º Coro ¡Alerta! de L. de Rillé 2.º ¡Ay que suspiro!  de Llanos. 3º El Himeneo de Carl. March. 4º La Aurora de L. de Rillé. 5.º El Paseo por el Lago de Mendelshom. 6.º La Aurora, serenata por Reventos. Complacidísimos tanto la señora Duquesa como su hijo el Duque de Tarifa y otros varios señores que la acompañan, por la afinación y gusto con que fueron cantados todos los números, aplaudieron cariñosamente á los orfeonistas, felicitando á su Director Don Francisco Gil y á su fundador don Cayetano Godínez por la constancia que han demostrado al organizar un coro de tan buenas condiciones. Terminado el concierto se cantaron unas MALAGUEÑAS AL ESTILO DE LA ‘TIERRA’ (las mayúsculas son nuestras), y obsequiados y contentos regresaron los orfeonistas escoltados por todos los Guardas de la finca, hasta el límite de la misma.‘Corresponsal’”. Es decir, nos encontramos, a finales del siglo XIX (por estas fechas, de acuerdo con la tradición oral, el zángano tradicional ya se bailaba y cantaba), en el término municipal de Puente Genil con un orfeón pontano formado por jóvenes (“veintañeros”) ofreciendo un concierto, sustanciado en piezas líricas, en honor a una personalidad de la nobleza en su hacienda. Tras el mismo (“Terminando el concierto”), cantaron “malagueñas al estilo de la tierra”, pero ya fuera del programa de actuación (no aparece en el listado ofrecido de las piezas interpretadas), por lo que creemos que fue una interpretación espontanea e informal, con un carácter de fin de fiesta, idónea para una música más del pueblo, es decir, folclórica o tradicional. A partir de aquí, entramos en el complejo, y en ocasiones fantasioso, campo de las conjeturas, veamos. ¿A qué música se referiría el corresponsal firmante de la noticia con “malagueñas al estilo de la tierra”? Para intentar acercarnos a una hipotética respuesta, debemos partir de dos hechos incontestables: en primer lugar, en Puente Genil, por su cercanía con la provincia de Málaga, ha gustado desde siempre, y de hecho se ha cultivado, el folclore y cante malagueño[6], es decir, aquél fundamentado en sus verdiales[7] y posteriores cantes abandolaos; y en segundo lugar, nuestros dos zánganos de Coros y Danzas (supuestos zánganos tradicionales) se cimientan, en sus elementos musicales básicos (ritmo y armonía), a partir de los verdiales folclóricos, formas básicas de fandangos del folclore malagueño. A esto hay que añadir que en el siglo XIX se utilizó el termino malagueña para designar a una amplia gama de formas musicales[8], que iban desde los bailes (fandangos) cantados existentes en Málaga y otras zonas del territorio nacional, hasta la versión flamenca que empezó a surgir a finales del siglo XIX. Por lo que no sería extraño que nuestro zángano tradicional, que se trataría de una modalidad folclórica de fandango local (“de la tierra”), en caso de interpretase en dichas fechas, también fuese designado así. Ni tampoco sería un disparate que un corresponsal de prensa de aquella época, probablemente neófito en la materia, al escuchar nuestros zánganos interpretados por jóvenes pontanos cantores como final de fiesta de un concierto, se atreviese a denominarlos “malagueñas al estilo de la tierra”, es decir, las malagueñas (fandangos de aire malagueño) que se interpretaban en Puente Genil. Mas insistimos, nos encontramos en el terreno movedizo de la conjetura, y como tal hay que tomar esta reflexión propuesta a partir de la noticia publicada por el Diario de Córdoba. Una noticia, no obstante, que representa el dato más sugerente que hemos encontrado hasta el momento en nuestra búsqueda del zángano tradicional.

                                     

 

 

[1]Omitimos la procedencia y referencia de las citas. Ya fueron reflejadas en el segundo apartado de este capítulo.

[2]Analizaremos con más detalle en otro apartado esta información.

[3]Se refiere al zángano.

[4]Editado en la Imprenta Francisco Estrada Muñoz de Puente Genil en 1894.

[5]Esta noticia la encontré en la página del Facebook Pasajes de la Historia de Puente Genil, colgada por Juan Antonio Reina Muñoz.

[6]Acordémonos lo que nos decía, en una entrevista, el cantaor pontanés Juan Hierro, nacido en 1899, reseñado en el apartado segundo de este capítulo: “En Puente Genil siempre se ha llevado el fandango de Lucena y el fandango de aquí que le llaman el zángano, pero siempre ha gustado las malagueñas”.

[7]“El mayor protagonismo en el fandango parece haberlo tenido Málaga, con sus modalidades de rondeñas y malagueñas. Se presupone como variante más antigua a los llamados ‘fandangos de los verdiales’, que aún mantiene plena vigencia en los Montes de Málaga, Almogía y Comares. Este fandango ha tenido una importante proyección al oeste, en los bailes de Chacarrá de Tarifa en Cádiz, en Córdoba, en Jaén…”. Guillermo Castro Buendía, Génesis Musical del Cante Flamenco. Libros con Duende, S.L, 2014. Pág. 296

[8]“A lo largo de todo el siglo XIX, la malagueña es uno de los géneros más populares y solicitados por el público en los espectáculos líricos-teatrales de numerosas capitales andaluzas. Con el nombre de malagueñas existen entonces, por una parte, los bailes cantados existentes en Málaga desde principios del siglo XIX, y por otra parte la versión flamenca aue surge a finales de siglo”. José Manuel Gamboa y Faustino Núñez, Flamenco de la A a la Z (Diccionario de términos del flamenco). Espasa Calpe, S.A, 2007. Pág. 341

(Aproximaciòn al Zángano Flamenco del libro Flamencum Revolutum. Autor: Álvaro de la Fuente Espejo.)

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