El pasado 16 de noviembre se celebró en Andalucía un nuevo Día Internacional del Flamenco,
efemérides impuesta por la Junta coincidiendo con el manido nombramiento de la
UNESCO de hace siete años. Con la perspectiva que dan estos dos mil quinientos
cincuenta y seis días, es el momento de cuestionarnos la utilidad de esta
celebración. ¿Realmente ha servido para algo? ¿Ha propiciado un mejor
tratamiento y consideración de las diferentes administraciones y de la sociedad
en general hacia el Flamenco? Mucho me temo que no; mucho me temo que ha
quedado en una especie de Día del Postureo,
aprovechado por los diferentes actores para, en general, pegarse una juerguecita de pavoneo
e hipocresía delante de los medios de comunicación. Por mi profesión, me
centraré en lo que dicho día ha supuesto en los centros educativos andaluces de
la enseñanza obligatoria. A ver. Una de las condiciones que la UNESCO impuso
como condición imprescindible para “el
manido nombramiento” consistió en que nuestros centros educativos de la
enseñanza obligatoria (colegios e institutos) ofreciesen, integrada en sus
currículos, la cultura flamenca, con el mismo tratamiento que reciben otras
culturas musicales (música clásica, rock o pop). Bien, pues como reza el dicho:
“el gozo en un pozo”. Esta condición sine qua non ha quedado reducida -destacamos, y celebramos muy efusivamente, muy dignas y loables excepciones producto de iniciativas aisladas de algunos profesores
y maestros-, al tratamiento del Arte Flamenco en nuestros colegios e institutos
durante un solo día lectivo de los ciento setenta y seis días de los que consta
el año. Un día aprovechado – ¡encima! – por algunos altos cargos para visitar
los centros educativos con el habitual séquito de medios de comunicación,
proclamando a los cuatro vientos el concienzudo empeño de la Consejería de
Educación para que este noble arte se estudie en los colegios andaluces.Un servidor, un año más y como os podéis
imaginar, no se ha prestado a esta pantomima, por mucha persuasión bojística utilizada.
efemérides impuesta por la Junta coincidiendo con el manido nombramiento de la
UNESCO de hace siete años. Con la perspectiva que dan estos dos mil quinientos
cincuenta y seis días, es el momento de cuestionarnos la utilidad de esta
celebración. ¿Realmente ha servido para algo? ¿Ha propiciado un mejor
tratamiento y consideración de las diferentes administraciones y de la sociedad
en general hacia el Flamenco? Mucho me temo que no; mucho me temo que ha
quedado en una especie de Día del Postureo,
aprovechado por los diferentes actores para, en general, pegarse una juerguecita de pavoneo
e hipocresía delante de los medios de comunicación. Por mi profesión, me
centraré en lo que dicho día ha supuesto en los centros educativos andaluces de
la enseñanza obligatoria. A ver. Una de las condiciones que la UNESCO impuso
como condición imprescindible para “el
manido nombramiento” consistió en que nuestros centros educativos de la
enseñanza obligatoria (colegios e institutos) ofreciesen, integrada en sus
currículos, la cultura flamenca, con el mismo tratamiento que reciben otras
culturas musicales (música clásica, rock o pop). Bien, pues como reza el dicho:
“el gozo en un pozo”. Esta condición sine qua non ha quedado reducida -destacamos, y celebramos muy efusivamente, muy dignas y loables excepciones producto de iniciativas aisladas de algunos profesores
y maestros-, al tratamiento del Arte Flamenco en nuestros colegios e institutos
durante un solo día lectivo de los ciento setenta y seis días de los que consta
el año. Un día aprovechado – ¡encima! – por algunos altos cargos para visitar
los centros educativos con el habitual séquito de medios de comunicación,
proclamando a los cuatro vientos el concienzudo empeño de la Consejería de
Educación para que este noble arte se estudie en los colegios andaluces.Un servidor, un año más y como os podéis
imaginar, no se ha prestado a esta pantomima, por mucha persuasión bojística utilizada.
En nuestras clases diarias de música de mi cole,
trabajamos la cultura musical flamenca como una más, con el objetivo de que los
alumnos adquieran unos conocimientos básicos. Así, la práctica del compás de
las bulerías, un breve recorrido por los cantaores de Puente Genil y su saeta
cuartelera, la interpretación con la flauta dulce de unas alegrías o el tarareo
de unos zánganos, son algunos de los contenidos que, con naturalidad, incluimos
en nuestra programación del Área de Música, al objeto de desarrollar entre los
alumnos sus competencias musicales y culturales.No tratamos – ¡Dios nos libre! – de formar
cantaores o de enseñar a cantar alguna de las soleares de Paquirri y, por tanto, sustituir los contextos tradicionales en los
que se trasmite el cante. La escuela, como centro de transmisión de los
conocimientos -su principal razón de ser-, no puede permanecer impávida y
pasota ante el más cercano y genuino de la sociedad a la que pertenece, y qué
duda cabe que, en Andalucía, en el ámbito de las culturas musicales, la
flamenca, como preclara seña de identidad de nuestra idiosincrasia, merece ser
estudiada y conocida por nuestros niños. ¿No se conoce y estudia en nuestros
colegios la obra de algunos de los escritores andaluces más importantes? ¿Por
qué no hacer lo mismo con nuestros músicos? ¿Acaso el Flamenco no es música…? Por
otro lado, ¿la literatura andaluza sólo se estudia, y celebra, durante un solo
día al año en nuestros colegios, con el boato político correspondiente? Con
estos interrogantes, en absoluto me muestro disconforme a que en los centros
educativos se celebren los famosos “días
de”, pero siempre en un contexto de normalización educativa y
concienciación pedagógica, alejado de la interesada propaganda política. En mi
cole, por supuesto que celebramos el Día
del Flamenco, mas en el contexto normalizado de la conmemoración del Día de Andalucía allá por el mes de
febrero, efémerides que aprovechamos para concienciar, de una forma festiva y
lúdica, a nuestro alumnado de las identidades culturales de nuestra tierra,
algo que, de manera reglada, intentamos fomentar durante todo el año a través
del currículo, y no, de manera exclusiva y caprichosa, en un solo día.
trabajamos la cultura musical flamenca como una más, con el objetivo de que los
alumnos adquieran unos conocimientos básicos. Así, la práctica del compás de
las bulerías, un breve recorrido por los cantaores de Puente Genil y su saeta
cuartelera, la interpretación con la flauta dulce de unas alegrías o el tarareo
de unos zánganos, son algunos de los contenidos que, con naturalidad, incluimos
en nuestra programación del Área de Música, al objeto de desarrollar entre los
alumnos sus competencias musicales y culturales.No tratamos – ¡Dios nos libre! – de formar
cantaores o de enseñar a cantar alguna de las soleares de Paquirri y, por tanto, sustituir los contextos tradicionales en los
que se trasmite el cante. La escuela, como centro de transmisión de los
conocimientos -su principal razón de ser-, no puede permanecer impávida y
pasota ante el más cercano y genuino de la sociedad a la que pertenece, y qué
duda cabe que, en Andalucía, en el ámbito de las culturas musicales, la
flamenca, como preclara seña de identidad de nuestra idiosincrasia, merece ser
estudiada y conocida por nuestros niños. ¿No se conoce y estudia en nuestros
colegios la obra de algunos de los escritores andaluces más importantes? ¿Por
qué no hacer lo mismo con nuestros músicos? ¿Acaso el Flamenco no es música…? Por
otro lado, ¿la literatura andaluza sólo se estudia, y celebra, durante un solo
día al año en nuestros colegios, con el boato político correspondiente? Con
estos interrogantes, en absoluto me muestro disconforme a que en los centros
educativos se celebren los famosos “días
de”, pero siempre en un contexto de normalización educativa y
concienciación pedagógica, alejado de la interesada propaganda política. En mi
cole, por supuesto que celebramos el Día
del Flamenco, mas en el contexto normalizado de la conmemoración del Día de Andalucía allá por el mes de
febrero, efémerides que aprovechamos para concienciar, de una forma festiva y
lúdica, a nuestro alumnado de las identidades culturales de nuestra tierra,
algo que, de manera reglada, intentamos fomentar durante todo el año a través
del currículo, y no, de manera exclusiva y caprichosa, en un solo día.
Álvaro de la Fuente Espejo