En esta cuaresma tan atípica marcada por el dichoso coronavirus,
que nos está obligando a todos los que amamos y vivimos intensamente La Mananta a experimentar una situación,
absolutamente, desconocida de la que, estoy seguro, aprehenderemos, como el
resto de los mortales, nuevas y útiles perspectivas para afrontar nuestras
vidas, mi querido hermano pelícano Manuel
Giménez me envía unos audios que me han puesto el vello de punta.
que nos está obligando a todos los que amamos y vivimos intensamente La Mananta a experimentar una situación,
absolutamente, desconocida de la que, estoy seguro, aprehenderemos, como el
resto de los mortales, nuevas y útiles perspectivas para afrontar nuestras
vidas, mi querido hermano pelícano Manuel
Giménez me envía unos audios que me han puesto el vello de punta.
Unos audios que me retrotraen a mi más atrevida adolescencia en la que, en El Nido de El Viejo Pelícano, un puñado de jovenzuelos disfrutamos, con nuestros venerables y, eternamente, recordados
hermanos mayores, de miles de vivencias que nos han forjado en los mananteros, mejores o peores, que hoy somos. Cierto que los audios son de hace diez años, mas de un contenido aplicable a casi tres décadas atrás.
hermanos mayores, de miles de vivencias que nos han forjado en los mananteros, mejores o peores, que hoy somos. Cierto que los audios son de hace diez años, mas de un contenido aplicable a casi tres décadas atrás.
Sin duda, unas de esas vivencias se fundamentan en las saetas
de nuestros hermanos mayores, saetas sui géneris que solo se interpretaban, y
aún se siguen interpretando por algunos de mis hermanitos, en el Primer Grupo
del Santo Sepulcro, cofradía esta última a cuyo Cofrade Mayor, Junta Directiva
y resto de hermanos les mando, en unos momentos en los que deberíamos de estar
celebrando el almuerzo de hermandad posterior a nuestra Función, un fraternal
abrazo.
de nuestros hermanos mayores, saetas sui géneris que solo se interpretaban, y
aún se siguen interpretando por algunos de mis hermanitos, en el Primer Grupo
del Santo Sepulcro, cofradía esta última a cuyo Cofrade Mayor, Junta Directiva
y resto de hermanos les mando, en unos momentos en los que deberíamos de estar
celebrando el almuerzo de hermandad posterior a nuestra Función, un fraternal
abrazo.
Aquí, una muestra de dos de esas saetas: una cuartelera y una
por carcelera, ambas interpretadas por la inconfundible voz del Ruiseñor del Pelícano, el inolvidable
Manolo Cosano Logroño, que, junto a los demás viejos pelicanos que nos recibieron a primeros de los noventa,
estarán, en estos momentos, en la mesa celestial del Padre celebrando este día
tan especial para nuestro grupo y cofradía.
por carcelera, ambas interpretadas por la inconfundible voz del Ruiseñor del Pelícano, el inolvidable
Manolo Cosano Logroño, que, junto a los demás viejos pelicanos que nos recibieron a primeros de los noventa,
estarán, en estos momentos, en la mesa celestial del Padre celebrando este día
tan especial para nuestro grupo y cofradía.
Como, en general, es aceptado en La Mananta, en El Viejo
Pelícano se interpreta la cuartelera con un estilo propio, un estilo que,
creemos de manera hipotética, sería, en sus fundamentos musicales básicos, el
que se estilaba en nuestra Semana Santa a comienzos del siglo pasado. Un estilo que no
se vio influenciado por la reinterpretación de la cuartelera que protagonizaron
los Hermanos Hierro en la década de
los veinte. La saeta cuartelera que en un momento vamos a escuchar, en cambio
no pertenece al estilo del Pelícano.
Se trata de la manera que Manolo Cosano tenía de entender la cuartelera que se
estila en la actualidad, es decir, aquella que comenzó a gestarse a partir de
la intervención de los mencionados Hermanos
Hierro. Manolo, como me reconoció en una entrevista[1],
aprendió a cantar cuarteleras después de la Guerra Civil, en los Domingos de
Romanos escuchando sobre todo a los hermanos de Los Apóstoles en las subidas al Calvario. Una saeta que ya la definimos en un artículo[2]
como sigue: “la saeta cuartelera de
Manolo tiene las características musicales básicas del estilo Apostolao (mismo
desarrollo melódico, tercios largos, profusión de melismas, tonos agudos, gran amplitud tonal y dejes flamencos), mas
con una preclara impronta marcada por el
timbre de voz extraordinariamente agudo, muy laíno y flamenquísimo de Manolo, por el
impresionante vibrato que imprimía a los tercios y por una capacidad creativa
que le llevaba constantemente a improvisar, en el mismo momento de la interpretación, determinados giros melódicos haciéndola muy difícil, por no decir
imposible, de imitar. A este respeto
recuerdo cómo Manolo me comentaba con frecuencia que saeteros de la calidad de
Rufino Rivas o Miguel Martín le expresaban siempre su incapacidad para cantar
su saeta por ‘no ser nunca la misma’ ”. Escuchémosla, es realmente maravillosa:
Pelícano se interpreta la cuartelera con un estilo propio, un estilo que,
creemos de manera hipotética, sería, en sus fundamentos musicales básicos, el
que se estilaba en nuestra Semana Santa a comienzos del siglo pasado. Un estilo que no
se vio influenciado por la reinterpretación de la cuartelera que protagonizaron
los Hermanos Hierro en la década de
los veinte. La saeta cuartelera que en un momento vamos a escuchar, en cambio
no pertenece al estilo del Pelícano.
Se trata de la manera que Manolo Cosano tenía de entender la cuartelera que se
estila en la actualidad, es decir, aquella que comenzó a gestarse a partir de
la intervención de los mencionados Hermanos
Hierro. Manolo, como me reconoció en una entrevista[1],
aprendió a cantar cuarteleras después de la Guerra Civil, en los Domingos de
Romanos escuchando sobre todo a los hermanos de Los Apóstoles en las subidas al Calvario. Una saeta que ya la definimos en un artículo[2]
como sigue: “la saeta cuartelera de
Manolo tiene las características musicales básicas del estilo Apostolao (mismo
desarrollo melódico, tercios largos, profusión de melismas, tonos agudos, gran amplitud tonal y dejes flamencos), mas
con una preclara impronta marcada por el
timbre de voz extraordinariamente agudo, muy laíno y flamenquísimo de Manolo, por el
impresionante vibrato que imprimía a los tercios y por una capacidad creativa
que le llevaba constantemente a improvisar, en el mismo momento de la interpretación, determinados giros melódicos haciéndola muy difícil, por no decir
imposible, de imitar. A este respeto
recuerdo cómo Manolo me comentaba con frecuencia que saeteros de la calidad de
Rufino Rivas o Miguel Martín le expresaban siempre su incapacidad para cantar
su saeta por ‘no ser nunca la misma’ ”. Escuchémosla, es realmente maravillosa:
Y no se queda atrás esta preciosidad de saeta por carcelera escrita por nuestro recordado Francisco
Muñoz Cruces, que Manolo Cosano, sobre esta misma hora, interpretaba todos los años en la comida de hermandad del Sepulcro, y que, no me cabe la menor duda, estará brindando ahora mismito en la mesa celestial, compartiéndola con el resto de hermanos fallecidos. Un saeta pelícana que define con sutileza y enorme pasión el sentido de nuestra cofradía:
Muñoz Cruces, que Manolo Cosano, sobre esta misma hora, interpretaba todos los años en la comida de hermandad del Sepulcro, y que, no me cabe la menor duda, estará brindando ahora mismito en la mesa celestial, compartiéndola con el resto de hermanos fallecidos. Un saeta pelícana que define con sutileza y enorme pasión el sentido de nuestra cofradía:
“Ave
que muere sangrada,
que muere sangrada,
Por sus hijos con amor,
Figura excelsa que encarna
La Imagen del Redentor;
Sangre que
Cristo derrama
Cristo derrama
Redimiendo al pecador”.
En fin, recuerdos de momentos y sonidos que en estos tristes días
de ilusiones mananteras,
temporalmente, aparcadas, nos revitalizan y recuerdan la inmensa suerte que
tenemos en Puente Genil de conservar y cultivar, de la manera que lo hacemos, una tradición antropológica de
siglos, que nos define como pueblo y repercute sustancialmente en nuestro modus
vivendi.
de ilusiones mananteras,
temporalmente, aparcadas, nos revitalizan y recuerdan la inmensa suerte que
tenemos en Puente Genil de conservar y cultivar, de la manera que lo hacemos, una tradición antropológica de
siglos, que nos define como pueblo y repercute sustancialmente en nuestro modus
vivendi.
SALUDOS FLAMENCOS