» Antonio Mairena solo tenía rivalidad con los que cantaban bien, y sabía que en Fosforito tenía a un gran contrincante»

   » Antonio Mairena solo tenía
rivalidad con los que cantaban bien, y sabía que en Fosforito tenía a un gran contrincante»
(Entrevista al cantaor
natural de Guillena (1949) Marcelo Sousa Navas con motivo de su actuación el
pasado 27 de octubre en la Peña Frasquito. Marcelo es un cantaor de la vieja
escuela, de los de antes, de los que perciben el cante como un ritual sagrado,
incorporándolo en su día a día como actividad vital. Además, demuestra, con
valentía y preclara honestidad, una enorme clarividencia y conocimiento en el
análisis del pasado y actualidad del arte flamenco,  como vais a comprobar.. Y por si fuese poco,
compartió, durante años, con el gran Antonio Mairena[1],
vivencias y momentos de cante. Un cantaor y tipo que merece muchísimo la pena).

-Álvaro: Marcelo, háblame de tu infancia.
 
Marcelo: Yo tuve
la suerte de nacer en una familia netamente flamenca. Mi madre era cantaora,
aunque no fue profesional ya que mi padre tenía una buena situación económica y
no le permitió que cantase, porque este mundo estaba muy mal visto en aquella
época. Mi abuelo fue guitarrista. Acompañó a Manuel Torre[2]
en las cacerías que hacía con don Felipe de Pablo Romero. Este montaba en el
coche a Manuel y a mi abuelo, que le tocaba a Manuel cuando cantaba. Mi abuelo,
que era carabinero, tenía una pequeña venta, allí tocaba la guitarra a mi madre
por la mañana, que la subía en el mostrador, ante los trabajadores del campo
que se tomaban dos botellas de aguardiente, y así se ganaba un sueldecillo
extra. Yo nací en Guillena y estuve allí hasta los tres años, después nos
desplazamos a Torre de la Reina donde a mi padre le dieron unas tierras del
Instituto Nacional de Colonización. Desde chiquito he cantado, las Navidades
eran sonadas en mi familia, mis cinco hermanos siempre han cantado, pero nunca
se dedicaron al cante.
 
-Álvaro: ¿A qué edad fuiste consciente de que querías cantar?
 
Marcelo: Tendría
12 o 13 años. Una noche de Reyes, en Sevilla, fui a la Alameda de Hércules –
donde se juntaban Pastora, el Pinto…-, con, el que después fue, mi
cuñado, Pepe, y pasamos por la Casa de Paco El Bizco y vimos que había cante.
Allí estaban, entre otros, Antonio El Sevillano y Manolo Fregenal. Pepe me dijo que cantase un fandango, y canté –
entonces yo tenía la voz más fina y con más velocidad- uno del Sevillano, que por cierto no me di
cuenta que estaba allí.  Cuando terminé
se me acercó, me pidió que lo cantara otra vez y me preguntó que dónde vivía. A
los dos días Antonio El Sevillano[3] se
presentó en mi casa en un mercedes de esos de los antiguos y habló con mi
padre. Y empecé a cantar en las primeras fiestas. Recuerdo cuando llegué a mi
casa de madrugá tras una de ellas, en
un bar del centro de Sevilla, y le entregué a mi madre, que muy irritada me
cogió de las orejas, los primeros cuarenta duros que me dio un jugador del
Betis que se llamaba Valderas, todo un dineral en aquella época.  Entonces, a partir de ahí El Sevillano quiso llevarme Madrid y se
lo dijo a mi padre, pero mi padre no me dejó, quería que siguiese trabajando
con él en el campo.  Me hubiese hecho
mucha ilusión irme, pero no pudo ser. No obstante, a partir de ahí ya empecé a adquirir
conciencia de esto, y comencé el mundo de los concursos para darme a conocer a
las grandes masas.
 
-Álvaro: Tu eres un cantaor de la escuela de Antonio Mairena.
¿Cuándo te acercaste a su cante?
 
-Marcelo: Recuerdo una vez que mi hermano
mayor me llevó al Bar Jamone, en el Viso del Alcor. Allí estaba Antonio, y mi
hermano me pidió que cantase un poquito por soleá. Entonces Antonio me dijo: “oye, tú te agarras, tienes tono, tú tienes
algo ahí”.
Entonces empecé a coincidir con él en más sitios, en reuniones,
con la Fernanda, la Bernarda, Manolito Angustias, Manolito María[4]…,
y me pedía cantar, y le cantaba con el Poeta
de Alcalá
un poquito por soleá. Antonio siempre me miró bien. Luego tuve la
suerte de vivir muchos años en Sevilla, veintidós, y llevaba a Antonio algunas
veces en mi coche a reuniones. Mientras conducía me iba cantando to el camino por soleá y seguiriya, y yo
le metía la segunda al coche pa echar
más tiempo, disfrutar y aprender. Íbamos a muchos sitios. También a su casa fui
muchas veces y mantuve relación con todos sus hermanos: con Manuel, Curro, que pa mí era como un segundo Manuel Torre con un duende increíble, Ángeles y Rosario. Con Manuel estuve veintitantos
años en Sevilla cantando saetas a todas las imágenes.
 
-Álvaro: ¿Cómo trataba Antonio a la gente que llevaba
alrededor?
 
-Marcelo: A mí me trató siempre estupendamente,
me llamaba siempre sobrino. Era un hombre muy generoso con su gente.
 
-Álvaro: De Mairena, no se si estarás de acuerdo
conmigo, hay que diferenciar sus dos facetas, el cantaor, que ha sido, sin
duda, uno de los más grandes, y el flamencólogo. ¿No crees que el Mairena
cantaor, más que recuperar cantes – en defensa de esa supuesta tradición
cantaora gitana bajo/andaluza de hace siglos – lo que hizo fue crearlos?
 
Marcelo: Por
supuesto, yo creo que fue así. Ni El
Fillo
, ni Paco la Luz, Frasco El Colorao, Francisco La Perla, El Viejo
la Isla[5]
…han
dejado nada. Pasa lo mismo que con los cantes de la Trini en Málaga, esos cantes no se conocen, esos cantes los
conocemos gracias a Paca Aguilera, que era una cantaora distinta. Antonio Mairena nunca se atribuía ningún
cante. Por eje, en su último disco del El
calor de mis recuerdos
grabó la soleá del Chamarusco, pero ¿quién era esa persona? Él hablaba de que era un
señor que se encontró en una venta…, pero eso no es serio. Esa soleá ya la
grabó Pepe el de la Matrona. También
me hablaba mucho de Tomás El Nitri
(en cambio nunca me habló de Silverio[6],
algo que le referí en alguna ocasión, ya que me daba mucho coraje), de su
historia, que si era un gitano del Puerto que se vino a Sevilla a buscarse la
vida, de la entrega de la Llave de Oro por cantar una seguiriya en una reunión,
la cual se la dio un ricachón de Marchena…, pero to eso son bulos que no me los acabo de creer. En Mairena hay mucha fábula que dejó escrita
en su famoso libro Mundo y Formas del Cante Flamenco, algo a lo que le ayudó
mucho tu paisano Ricardo Molina Tenor, que era el intelectual, el que le guiaba,
el que le decía “tú escribe esto, escribe
lo otro”
, creando una corriente que no se la puedo aceptar al cien por
cien.
 
-Álvaro: Cambiando de tercio. Hoy te encuentras en Puente
Genil…
 
-Marcelo: Y estoy mu contento de estar en este pueblo, un pueblo al que he venerado
siempre. Un pueblo que aparte del gran Fosforito
tiene un colectivo de flamencos (Frasquito,
el Churrero, don Antonio Centenera,
Julián Estrada…) muy grande. Puente Genil es muy flamenco, siempre lo ha
sido, y ya sabes que donde hubo candela rescoldo queda… Además, no todos los
pueblos tienen la suerte de tener a uno de los más grandes como Fosforito.
 
– Álvaro: ¿Qué destacas de Fosforito como cantaor?
 
-Marcelo: La entrega total, los conocimientos
a raudales, la comunicación directa… Es un cantaor caliente, embriagador, que
te conmueve desde el segundo tercio.
 
-Álvaro: ¿Mantuvo Fosforito una rivalidad con Antonio Mairena?
 
-Marcelo: Antonio
Mairena
solo tenía rivalidad con los que cantaban bien, y sabía que en Fosforito tenía a un gran contrincante,
por lo que es normal que la tuviesen, pero con mucho respeto[7].
 
-Álvaro: De Frasquito qué me dices, que estás aquí hoy en su
casa.
 
-Marcelo:  He tenido la suerte de competir con
él, una vez en Málaga en un concurso, y me ganó, y bien ganao, a bocajarro. Yo lo he admirado siempre, porque ha tenido una
forma de cantar autóctona de aquí, de Puente Genil. Los cantes de esta zona los
ha bordao. (CONTINUARÁ…)
                                                                                                                

        

 



 

[1]
Antonio Cruz García Antonio Mairena
(Mairena del Alcor, 1912 – Sevilla, 1983) es uno de los más grandes cantaores
de la historia del arte flamenco. Ganador de la Llave de Oro del Cante en 1962,
escribió, junto al poeta pontanés Ricardo Molina Tenor, Mundo y Formas de Cante Flamenco, obra que inauguró el Mairenismo, corriente ideológica con el
objetivo básico de recuperar el denominado Cante
Gitano Andaluz
. Antonio Mairena
dejó un legado discográfico imprescindible para el conocimiento de las formas
flamencas, sobre todo de los cantes por soleá y por seguiriya.
[2]
Manuel de Soto Loreto Manuel Torre
(Jerez, 1878 – Sevilla, 1933), es una de las grandes leyendas del cante. Creó una
nueva forma de interpretar lo jondo, imprescindible para entender el cante
flamenco. Su estética, basada en la inspiración puntual, jondura, rajo y duende,
tuvo como contrapunto estilístico a la del también jerezano don Antonio Chacón,
esta última más refinada desde el punto de vista musical.
[3]
De Antonio Pérez Guerrero Antonio El
Sevillano
(Sevilla, 1909 – Alcalá de Guadaira, 1989), aunque cultivó un
amplio repertorio, se recuerda sus fandangos, de los que fue un extraordinario
intérprete. Fandangos que forman parte del repertorio habitual de los cantaores
actuales. 
[4]
Todos estos cantaores son protagonistas de la estética cantaora gitana que Antonio Mairena impuso a
partir de la década de los 60 del pasado siglo.
[5]
Antonio Mairena grabó los supuestos cantes de estos cantaores bajo/andaluces,
formas musicales desconocidas por aquel entonces. Para algunos, Antonio Mairena
recuperó, tras un proceso de recreación, estos cantes como una manera de poner
en valor la secular, y perdida, tradición cantaora gitana de Andalucía; para
otros, Antonio Mairena se inventó, es decir, creó, estos cantes. Personalmente,
considero que creó más que recuperó. Fuese como fuese, se trata de un legado
sonoro impresionante e imprescindible.
[6]
Silverio Franconetti, cantaor no gitano
del siglo XIX, es considerado uno de los grandes creadores del cante de la época
de Los Cafés Cantantes (segunda mitad SXIX). Establecimientos que, en mi
opinión, contribuyeron, decisivamente, a la diversificación y enriquecimiento
de las formas flamencas.  
[7]
Esto me lo corroboró el mismo Fosforito
en una ocasión. La relación siempre fue de respeto y admiración mutua.

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