“DONDE HAY MÚSICA…

 
…no puede haber cosa mala”. Esta sentencia del más preclaro filósofo de nuestra compleja cultura hispana, concreta y resume a la perfección las virtudes y bondades del Arte Musical. Lo que otros filósofos, músicos y pensadores, desde hace más de dos mil años, llevan intentando definir con los términos más variopintos y, en ocasiones, incomprensibles, mucho tiempo después el fiel escudero del de la Mancha lo consiguió de una manera muy sencilla y genial. Asimismo, decía Mozart que “toda conversación sobre la música, debe llevar a lo hermoso”. Bien, queridos lectores, muy buena gente y una sensación hermosa sustanciaron el Homenaje a la Saeta Cuartelera, en memoria a Jesús Pérez de Cisneros, que el pasado 23 de septiembre, en el cuartel del Imperio Romano -cómo no, el templo sagrado de la genuina música procesional pontana-, la Semana Santa de Puente Genil, a través de su Agrupación de Cofradías, rindió a un grupo de mananteros que, en los últimos cuarenta años, han conservado y divulgado, sin desmayo, la Saeta Cuartelera en sus respectivas corporaciones y/o cofradías. Unos intérpretes coincidentes en dos circunstancias indiscutibles: por un lado, en el concepto idóneo de la Cuartelera -vehículo artístico, mas intimista, que contribuye a crear un ambiente en el cuartel, un aurea especial que fomenta el encuentro, la convivencia y la fe…, en definitiva: LA HERMANDAD-; y, por otro lado, en desempeñar un papel relevante de conservación y activación de la Saeta Cuartelera, constituyendo un eslabón, un puente, entre los iniciadores de esta maravillosa forma musical y las generaciones presentes. Todos ellos -en unos años (décadas de los 60 y 70 del pasado siglo) en los que, por diversos motivos, la Saeta Cuartelera, salvo en muy contadas corporaciones, era poco cultivada-, la activaron e impulsaron, favoreciendo la propagación definitiva de esta bella forma musical. Evidentemente “no están todos los que son” –no me puedo olvidar, por eje, de mis hermanos Manolo Cosano Logroño o Eduardo Muñoz Cruces, ya en la mesa del Padre- pero “sí son todos los que están”.
 
En un ambiente cálido, con un cuartel abarrotado de representantes de cofradías y corporaciones, de autoridades políticas y con la presencia masiva de amigos y familiares de los protagonistas, sobre un servidor recayó la enorme responsabilidad de protocolar este sentido homenaje. Un homenaje que nunca olvidaremos debido su alto grado de emotividad, sencillez y sincero reconocimiento. A continuación, me vais a permitir que, muy brevemente, describa a cada uno de los homenajeados.
 
– Hermano del Evangelio desde hace más de cuarenta años, Juan Francisco Guillén Pastor, con su talante reservado y humilde, se ha ganado el derecho a ser considerado un maestro, en el más amplio sentido de la palabra, de la enseñanza de la Cuartelera entre todos sus hermanitos. Cabe destacar su rotundo éxito en la Exaltación de la Saeta Cuartelera que se celebraba en la Peña Don Gonzalo, obteniendo, durante varios años consecutivos, todos los reconocimientos habidos y por haber.
 
– En El Reinado de Esther, situado en el coqueto barrio de Miragenil, José Rivas Quirós se ha erigido en una institución de la Saeta Cuartelera, donde la aprendió hace 40 años de la mano de Antonio Cejas, hermano del también homenajeado Ramon. José, además, destaca por ser un gran intérprete de la Saeta Flamenca.
 
– Sin lugar a dudas, uno de los músicos más importantes que ha dado Puente Genil: Antonio Marín Flores. Extraordinario compositor de músicas y letras, gran intérprete y divulgador, por
toda España, del Zángano Folklórico, pertenece a Los Apóstoles desde hace cuarenta y siete años, donde, junto a su hermano Miguelón, sus hijos y sobrinos, son los indiscutibles transmisores, en su forma más genuina, del conocido y diverso estilo Apostolao, germen de la actual Saeta Cuartelera.
 
– Judeo desde hace cuarenta años, Antonio Sierra Aranda destaca por una interpretación de la Cuartelera en la que la elegancia y la musicalidad son sus señas de identidad. Gran aficionado, cabal enamorado y consumado experto, tanto en su conocimiento como en su interpretación, del Cante, mantuvo una intensa amistad con Jesús Pérez -compadres inseparables- en torno a la Cuartelera y al Arte Flamenco, durante más de cuarenta años.
 
Jesús Álvarez de Sotomayor Reina destaca por el tono sensible y sin estridencias que imprime a la Saeta Cuartelera. Medalla de Oro de La Espina –fue pregonero en sus 25 y 50 aniversarios-, hace gala, gracias a su amplia cultura y preclara facultad poética, de una increíble e innata capacidad de oratoria para emocionar ipso facto el corazón del oyente. Logro que proyecta, por su exquisita sensibilidad musical, en su Cuartelera. “El Jopo”, como cariñosamente es conocido por sus íntimos, es muy querido y respetado en su corporación, donde es considerado un baluarte imprescindible.
 
– Mencionar en Puente Genil el apellido LAVADO, es invocar al cante, al arte y al duende. Manuel Lavado Rodríguez presume de haber escuchado sus primeras cuarteleras de su padre Francisco, de su abuela Pura y, cómo no, de su tío, el inolvidable Pedro Lavado, referente del flamenco pontano. Hermano del Cirio desde hace 40 años, recuerda siempre, de una manera entrañable, cómo, junto con otros buenos intérpretes como Joaquín Roldán, se arrimaba al gran Ernesto Herrería para terminar de concretar su aprendizaje de la Cuartelera.
 
– En La Amargura, José Gálvez Cáceres, desde hace cuarenta y tres años, lleva cultivando, con especial delicadeza, la Cuartelera junto a su gran amigo, y buen intérprete, Andrés Jiménez Cazorla, y el cantaor local Frasquito. Pepe el de la Renaut, como popularmente es conocido, jamás olvida dos experiencias: haber compartido una Cuartelera nada más y nada menos que con el recordado Juan Hierro, y aquellas veladas flamencas celebradas en la casa de Manolo Santos que, cuando era un mozalbete, observaba subido a un ventanal, en las que participaba Jesús Pérez, su señora Isabel y cuñada.
 
– Todo un Manantero Ejemplar de Los Apóstoles, Miguel Martín Flores, ha dedicado cincuenta y cuatro años de su vida a la divulgación y defensa acérrima de nuestra Cuartelera. Miguelón puede presumir de haber escuchado in situ a aquellos saeteros -Juan y Manuel Hierro, El Balilla, Chiquito Rivas, Manuel Reina Almeda…- que definieron, con diferentes variantes, el Estilo Apostolao, aquel que alarga, agudiza y aflamenca los tercios de la Cuartelera, sin alterar su estructura genuina. Por este motivo y su extraordinaria voz, Miguelón es una fuente imprescindible de sabiduría a la que acudir para conocer las diferentes formas de la Cuartelera.
 
– Y con muy buena salud y formidable vitalidad, continúa en Los Profetas, cultivando con entusiasmo y maestría la Saeta Cuartelera, el decano de todos los homenajeados: Ramón Cejas Rivas. Con casi noventa años de edad, Ramón ha conocido, de una manera muy cercana, los DOS GRANDES ESTILOS de la Cuartelera que simbolizan su evolución: por un lado, el más antiguo y austero del Pelícano, debido a su convivencia, en su corporación, durante muchos años, con Eduardo Muñoz Cruces; y, por otro lado, el evolucionado, y más atractivo, estilo Apostolao, al coincidir en numerosas ocasiones con Juan Hierro en los almuerzos de Jesús Nazareno y el Santo Entierro, y en la desparecida Peña Mau Mau de la que fue fundador.
 
Volviendo al comienzo, queridos lectores, la sentencia de Miguel de Cervantes encuentra verdadero sentido en la trayectoria vital de Jesús Pérez de Cisneros, que con su inesperado fallecimiento durante la pasada primavera -el destino quiso que se enterrara el Día de la Cruz, el día en el que los niños y niñas de Puente Genil escuchan sus primeras saetas-, motivó la realización y diseño de este homenaje. Gran profesional, maravilloso padre y esposo, su vida estuvo marcada, con gran generosidad, entusiasmo e incontestable honestidad, por el disfrute, estudio y divulgación de la música, concretamente del Arte Flamenco. Una afición que compaginó con su querencia a las cosas de su pueblo: a su mananta, a su Judea e, inevitablemente, a la Saeta Cuartelera, que, junto al gran Lorenzo Reina, fomentó en su cuartel, en unos años en los que apenas se estilaba. Jesús la entonaba de una forma muy personal: marcadamente flamenca mas sencilla, y ligando, de una manera muy peculiar y pasional, sus tercios. Con Jesús se nos ha ido una de esas personas que, al igual que los anteriormente reseñados, han contribuido a edificar una Semana Santa mejor: más humana, culta y cristiana. Entre todos, cuidemos, con cariño, sensatez y responsabilidad, de su legado.
 
                                      ÁLVARO DE LA FUENTE ESPEJO

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