HABLEMOS DE ROSA(LA)LÍA

Imagino que, a estas alturas, no quedará ningún españolito de
a pie que no sepa que con Rosa(la)lía nos
encontramos ante la gran genia del
arte flamenco del siglo XXI. Ante la gran figura que marcará un punto de
inflexión en la evolución del flamenco, que permitirá, hasta el final de los
siglos, su pervivencia con una salud y vitalidad jamás vistas. Ante la reencarnación,
en fémina, del mítico Silverio Franconetti.
Ante una nueva estética y expresividad flamenca que salvará de la
desaparición al trasnochado cante flamenco, música que ya no interesa, absolutamente,
a nadie. Los artistas flamencos, actuales y venideros, quedarán eternamente
agradecidos a este prodigio flamenco. Un prodigio que nos legará un nuevo
repertorio de cantes que anulará por completo las obsoletas soleares, seguiriyas
o tonás actuales. En definitiva, Rosa(la)lía
será considerada la artista más importante del género flamenco de toooooda la historia. Todo aquél que no
sea capaz de apreciar to esto, no
tiene ni pajolera idea de lo que es el flamenco…
 
Parrafadas parecidas, un día sí y otro también, se leen
insistentemente en las redes sociales provocadas por la potente campaña de
publicidad auspiciada, desde hace bastante más de un año, por una importante discográfica
en los más diversos medios de comunicación. Y ¡ojo!, peroratas procedentes no
solo de simples aficionados, sino también de algunos que otros ilustres
flamencólogos…, que, parece ser, nos quieren tomar el pelo a los aficionados. Hay
montado una especie de lobby proRosa(la)lía,
con múltiples tentáculos, sin parangón en la historia del flamenco, y con el firme
propósito de imponer a la fuerza una mentira muy simple: considerar cantaora a Rosalía.
Y como diría el ínclito presidente Sánchez, “NO ES NO”, es decir, lo que no es, NOOOOOOO es. La música de Rosalía, sinceramente, me gusta.  Mezcla de una manera creativa y original los
más dispares géneros musicales, consiguiendo un producto fresco y atractivo. Si
fue capaz de meter el otro día en una Plaza de Toros a diez mil adolescentes,
ole por ella. Si está conquistando, a pesar de su insultante juventud, en el
extranjero escenarios, y honorarios, inalcanzables para la mayoría de músicos y
cantantes de nuestro país, me alegro infinitamente, y no solo por ella, sino
sobre todo por la música española.  Pero
si hablamos de flamenco, Rosalía deja de ser tal, convirtiéndose en Rosa(la)lía, la supuesta cantaora que
monta un pollo o circo nacional cada vez que se sube sobre un escenario para
marcarse unas pataítas por bulerías o
intentar modular un tercio por seguiriya. La razón, muy simple:  carece de expresividad flamenca. El flamenco
no solo es contenido, sino también continente. Ambas dimensiones, unidas en una
única realidad, lo definen, en términos absolutos, como género musical. Un
cantante de ópera puede llegar a cantar un fandango, pero eso jamás será
flamenco, ya que su expresividad es otra, determinada, entre otras cosas, por
una técnica distinta. Los ilustres flamencólógos proRosa(la)lianos utilizan, con frecuencia, en el insistente e
interminable debate que proponen, el argumento de la diversidad de estéticas
flamencas. Un debate que pervierten desde el inicio al imponer adrede, entre
las diferentes opciones, una estética que no es flamenca, amparándose en su
supuesta superioridad intelectual avalada por sus amplias y reconocidas
trayectorias. Y claro, esto provoca confusión entre los aficionados de a pie.
Por otro lado, un factor a considerar en todo este lío y del que creo no se ha
profundizado lo suficiente, es la astuta táctica de la discográfica que está
llevando a Rosa(la)lía. De pronto, se
encuentra con una cantante con buena imagen, creadora de un producto musical
fresco y elaborado, idóneo para el amplísimo público adolescente. Pero
cantantes del perfil de Rosalía no faltan, y como además posee conocimientos de
música flamenca, la discográfica decide, con una nunca vista campaña
publicitaria, hacerla famosa de un plumazo, introduciéndola en el complejo,
exótico y explosivo mundo del flamenco. Resultado: antes de conocer su música,
hemos conocido, todos, gracias a la increíble polémica generada, al personaje.
 
Será divertido observar la evolución de Rosa(la)lía…
                                                                                                ÁLVARO DE LA FUENTE ESPEJO
                                                                                                          

 

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