XLV FESTIVAL DE CANTE GRANDE “FOSFORITO”



(Como son días moviditos, estoy haciendo un poco de memoria. Os dejo lo que un servidor escribía en la revista «El Pontón» sobre nuestro festival de cante de hace unos años. Una edición en la que colaboré como Asesor Flamenco del Ayuntamiento. «Cargo» que no me impidió decir lo que me vino en gana).
XLV FESTIVAL DE CANTE GRANDE “FOSFORITO”
“Desconozco la identidad de la empresa de la megafonía y del
responsable directo de su contratación, pero el mundo del  Flamenco, los cerca del millar de aficionados
que religiosamente pagamos la entrada merecemos una explicación de tan tamaño
desaguisado, además de la proscripción sine die de esta empresa de nuestro
Festival de Cante”.
                                                   Álvaro de la Fuente Espejo
 
(Palabras pronunciadas  en estas mismas páginas tras la edición de
nuestro festival del año pasado que, desgraciadamente, vuelven a estar de plena
actualidad).
 Nueva edición de nuestro Festival de Cante
Grande “Fosforito”, nuevo Equipo de Gobierno en el Consistorio Municipal, nuevo
Concejal Delegado de Festejos y, a  tenor
de lo presenciado por quien esto escribe el pasado 14 de agosto en la Caseta
Municipal de nuestra-en fase terminal- feria,
viejo problema que  va camino de
convertirse, como suele hacer este pueblo
con tantas otras cosas, en algo tradicional.  Lamentable, desastroso, frustrante,
deleznable…-se me acaban los apelativos-lo vivido, una vez más, este año, con
el equipo de megafonía. No es de recibo que el Festival Flamenco más antiguo de
la provincia de Córdoba, por el que ha pasado en sus 45 años de vida la grana y
oro del cante flamenco-Antonio Mairena, Camarón, su creador nuestro Antonio
Fernández Díaz “Fosforito”, el recientemente fallecido, y homenajeado en la
presente edición, Enrique Morente…-, vuelva, tras lo ocurrido el año pasado,  a padecer la INCOMPETENCIA de unos técnicos de
sonido y/o equipo de megafonía, convirtiendo esta señera cita tradicional
andaluza con el cante, desde el punto de vista del sonido, en una  típica verbena de pueblo posguerrera. Es
inadmisible que a las 22:35 h-la hora de comienzo estaba fijada a las 22:30 -algunos
artistas, tras más  de dos horas probando
el sonido, todavía  estuviesen haciéndolo
bajo la mirada indignante y  perpleja
del cerca del millar de aficionados presentes. Me consta  el cabreo monumental del nuevo Concejal de
Festejos y  su firme  decisión
de que esto no vuelva a pasar; lo  celebro infinitamente-se empiezan a arreglar
los problemas reconociéndolos-, pero el daño
ya está perpetrado, y si el nuevo
Señor Alcalde quiere realmente cumplir con el espíritu desprendido de lo
manifestado por él mismo en la prensa local-“el Festival de Cante Grande Fosforito” es en sí mismo un acontecimiento
cultural y turístico de primera magnitud en Andalucía. Vamos a seguir trabajando
para impulsar su difusión, para destacar su calidad año tras año, y lo queremos
hacer convencidos de que constituye un pilar fundamental de nuestra apuesta por
la cultura y el turismo en Puente Genil. En él queremos depositar una parte
importante del valor de la marca Puente Genil como ciudad”-
muy atento,
junto a su equipo, debe estar el año próximo con  esta  incompresible problemática que está
provocando, en el mundillo del flamenco , que Puente Genil sea el HAZMERREÍR de
aficionados y artistas tirando por los suelos el buen nombre labrado con mucho
esfuerzo, a lo largo de tiempo, por personajes como “El Tenazas”, “El Seco”,
Perico Lavado o la actual  Llave de Oro
del Cante.  Por supuesto que no le culpo
directamente,  ni a su Concejal de Festejos-la
nefasta empresa de sonido del año pasado ha sido sustituida ipso facto por
otra-,de tan  lamentable situación, pero
sí deben  tomar buena nota  de “tan tamaño desaguisado” y,  si se me permite el consejo, “proscribir sin
die a esta empresa de nuestro festival”-observará el lector que utilizo los
mismos términos del año pasado, ¡qué triste!-, apostando decididamente por una
empresa y técnicos fiables cueste lo que cueste. Los aficionados,  Puente Genil como enclave fundamental en la
historia del cante y los artistas contratados-este año  se ha apostado por gente muy joven con unas
ganas enormes de demostrar su valía  y
“licenciarse” en esta complicada plaza flamenca-no se merecen esto. Perdonadme,
estimados lectores, por tan pesada perorata, pero mi pasión por Puente Genil y  la manifestación artístico musical que lo ha
encumbrado por todo el mundo me han obligado a no pasar por alto esta contumaz situación.
En fin, no hurguemos más en la herida, toquemos madera y confiemos de cara a
futuras ediciones, visto lo visto-¡qué remedio!-, en la Providencia.
 
Sin más dilación, vayamos a lo
realmente interesante, aclarando antes que todo lo que sigue  a continuación sobre la valoración artística
de los cantaores nace de  mi subjetividad
más absoluta producto tanto de mis humildes conocimientos sobre el cante como
de mi propias afinidades estéticas. No pretendo sentar cátedra ex profeso ni
nada por el estilo, únicamente compartir, con mis limitaciones, una opinión más
sobre el proceder del elenco de artistas   encima
del escenario. Artistas-David Palomar, David Pino, Marina Heredia, La Lupi,
Julián Estrada y Arcángel- fieles, a mi entender,  a la nueva concepción jonda del cante
actual  pero dentro de una, como muy bien
señaló en el acto de presentación del festival celebrado a finales de julio,
como es tradicional, en las incombustibles Bodegas Delgado de Puente Genil, el
presentador Juan Ortega, “evolución responsable” del cante. Una evolución
marcada por la introducción de nuevos elementos musicales-instrumentos de
cuerda y percusión, nuevos acordes  y
afinaciones de la guitarra(esto se conoce como scordatura o “técnica de los ascensores”  y ya era utilizado a comienzos del siglo
pasado por Ramón Montoya en su rondeña de concierto), presencia de coros y
complejas combinaciones rítmicas- y por la mezcolanza de estilos en un mismo
corte,  que debe respetar, desde mi punto
de vista, para merecerse el calificativo de “responsable” ,los aspectos históricos,
estéticos, musicales y psicológicos
mínimos de los diferentes estilos flamencos. Está claro que el cante
flamenco, como fenómeno artístico/musical, ha estado siempre sujeto, a lo largo
de su historia, a un constante mestizaje  de estilos y elementos musicales-eje: el compás
abandolao procede del bolero, el ritmo binario de los tangos de músicas
afroamericanas, cantes como la farruca o garrotín proceden del folklore del
norte de España….-, pero siempre dentro de unos límites -eje: a una toná no se
le debe poner percusión de baterías o cajones con elaboradas combinaciones
rítmicas, los abandolaos tienen un ritmo ternario muy definido que no puede ser
sustituido por un binario, en la soleá, por su idiosincrasia antropológica,
sobra la percusión y un tempo alegre-inquebrantables. Estos límites en
ocasiones son traspasados, y me parece, desde un punto de vista musical- no
flamenco-, bien, pero que no nos intenten,
las casas discográficas o los  repentinos y sospechosamente  FLAMENKITOS cargos políticos a dedo,  vender gato por liebre presentándonos a
artistas como Diego El Cigala o Pitingo como los abanderados del nuevo
flamenco. Estos, de momento, nos están ofreciendo un rico e interesante producto
musical que, a mi humilde entender, en absoluto puede ser considerado arte
flamenco. Por lo tanto, y ya termino con este siempre controvertido asunto-la
dicotomía tradición /modernidad ha sido una constante en la historia del cante;
recordemos las palabras en los venerables, para el cante,  años 60 de la centuria pasada de Antonio
Mairena:”el cante no está bien. Los que
rezan como grandes figuras y ganan dinero
(por cierto, me suena a la disputa
actual entre la Asociación de Artistas Flamencos y la Junta de Andalucía) lo hacen a costa de una jerga, de una
mezcolanza que ya no se sabe lo que es”-
, EVOLUCIÓN  SÍ- ahí está  el caso de Don Antonio Chacón, figura
respetada por todas las tendencias de aficionados que con su genio creativo  se atrevió a modificar y crear sobre algunas
melodías de la época dando lugar a buena parte de los estilos flamencos hoy
conocidos- PERO DENTRO DE UN ORDEN. A este respecto, y sin que sirva de
precedente, no estoy de acuerdo con el maestro “Fosforito” cuando afirmó en el
acto de presentación del festival “soy de
los que piensan que no se le debe
poner
límite a la creación
”, una aseveración, imagino,  motivada  más por su
nombramiento de presidente del
Consejo Asesor de Expertos de la Agencia Andaluza del Flamenco  que por lo que realmente piensa y siente.
 
 El festival, por los problemas apuntados,
comenzó cerca de las 23:00 horas, es decir, media hora más tarde de lo
previsto, con un acertado y merecido homenaje póstumo-ya se le hizo uno hace
unos años- a la figura del cantaor  Enrique Morente. El acto, muy sencillo,
consistió en una-SUPONGO-interesante semblanza de la obra del maestro granadino
por parte del presentador con la presencia de todos los artistas, comandados,
como no podía ser de otra manera, por la auténtica alma mater de nuestro
festival, Antonio Fernández Díaz “Fosforito”, para pasar a continuación  a una grabación por tonás del maestro. Y digo
bien “supongo” pues, por los susodichos problemas ya comentados, desde mi, no
tan lejana, posición no la pude escuchar, para rubor e irritación
respetuosa-sólo se percibían, para más inri, en un silencio sepulcral, los
goles del Madrid/Barcelona de las casas colindantes-de todos los presentes. Después,
un breve recordatorio del repentinamente fallecido Moraíto Chico, genial
guitarrista jerezano y preclara figura del compás y musicalidad de Jerez,
dándose paso al primer cantaor de la noche. Antes de ir a él, una breve
reflexión sobre Enrique Morente. La condición humana es muy dada a reconocer
unánimamente el valor personal, profesional o artístico de las personas una vez
desaparecidas. Morente, no ha sido una excepción; desde su fallecimiento  el pasado mes de diciembre sólo he escuchado
loas y reconocimientos de todos los sectores del cante, lo cual  me parecería bien si no fuera porque algunos
de esos sectores que, repito, ahora los están adulando hasta extremos cercanos
al pelotismo más acuciante y pegajoso, en vida del maestro cuestionaron,
erróneamente, su validez artístico/flamenca (“yo tengo dos formas de cantar: una para la escena y otra para mis
reuniones. En el teatro, el cante puro, el que no tiene truco, ese no es
comercial. Pero óigame bien ahora, yo le hago el cante grande al completo.
Manolo
Caracol dixit) argumentando su
inclusión profesional en el hecho musical dando rienda suelta a su innata
capacidad creativa. Es evidente que todo lo que hacía el maestro no era
flamenco, pero es innegable que cuando se ponía a cantar, como decimos los
aficionados, por derecho, era único-ni más ni menos que el promotor de la
ortodoxia más acérrima, Antonio Mairena, dijo de él en la década de los 60 del
siglo pasado: “un caso diferente es el de
Enrique Morente, que hace un cante futurista, intentando marcar la línea de lo
que puede ser el flamenco de mañana. Puede ser así y no ser, pero al menos
trabaja con honestidad”
-, y para muestra esa joya flamenca grabada  para la posteridad, homenajeando a Don Antonio
Chacón. Con esto lo único que solicito, con todos mis respetos, es coherencia;
uno tiene derecho, faltaría más, a considerar que un artista no tiene calidad,
pero no a cambiar, a modo de bíblica reconversión, de la noche a la mañana
solamente por el fallecimiento del mismo. Pasemos a los artistas.
 
Abrió  la noche el joven cantaor gaditano David Palomar, junto a la guitarra
rítmica y vanguardista de Ricardo Rivera, acompañado  de Anabel Rivera y Diego Montoya a las palmas.
Y nada más salir-¡ya estamos!- un nuevo batacazo de la megafonía: solicitud del
propio David de un micro en condiciones para sus palmeros. Salió valiente y sin
complejos haciendo unas bulerías de Cádiz-chuflillas las llamó-acompañándolas
con sus propias pataítas, demostrando, a un público poco acostumbrado a estas
cadencias  envueltas por la gracia que
sólo Cádiz imprime a sus hijos, sus buenas maneras para ser un digno sucesor de
los ecos y maneras de cantaores como “El Beni” o Chano Lobato. A continuación
cambió de tercio con unas seguiriyas  dejando claro su  capacidad, que sólo los elegidos tienen, para
pasar de pronto, sin disminuir el nivel artístico, de la alegría al dramatismo
más profundo. Prosiguió con unas magníficas alegrías de Cádiz, en las que la
guitarra acompañante introdujo sones de jazz en forma de falsetas;  unos rítmicos y artísticos tanguillos; terminando
su actuación, tras  regresar a petición
del público, con unos preciosos fandangos naturales del Rubio. Buena actuación
la de David, a pesar de la paupérrima megafonía-qué mal se oía la guitarra-, resuelta
con gran profesionalidad. Espero verle por aquí con más asiduidad.


Continuó  su tocayo pontanés David Pino con la extraordinaria y académica guitarra de Gabriel
Expósito. Y lo hizo, también de manera valiente y fiel a su bendita costumbre
de recuperar cantes un tanto olvidados, con unos  Caracoles- cantes creados por Chacón  de dificilísima complejidad melódica-  siguiendo, a mi entender y salvando las distancias,
los ecos  dejados por el propio Morente  en el trabajo discográfico señalado con
anterioridad. Prosiguió, con su voz atenorada y rajada, con unas malagueñas
seguidas, en un acertado alarde de innovación creativa muy personal, por  bamberas- primero sin compás, a modo de
acompañamiento por fandangos que solía interpretar la Niña de los Peines,  y luego con un compás brioso por soleá creado
para este cante por el legendario guitarrista Niño Ricardo y perfilado, con
posterioridad, por Paco de Lucía- rematándolas por soleá por bulerías. Cambió
de tercio con unas impresionantes seguiriyas- le costó finalizarlas con la
variante de Manuel Molina- desprendiendo conocimiento de sus entresijos
melódicos, adecuados cambios de intensidad en los tercios, sentimiento y
profesionalidad a raudales.  Y
finalizó  por bulerías, alterando  clásicas y
acancionadas, dedicadas con justicia al incombustible Rafael Sánchez,
personalidad crucial en el mundo de la música de Puente Genil en los últimos
treinta años. No obstante, y a petición del público, regresó  con una tanda de fandangos. En definitiva,  buena la  actuación de David ante su pueblo.
 
En tercer lugar, el escenario se
transformó en una aureola de exótica belleza ante la   arrebatadora
presencia de la granadina Marina Heredia.
Madre mía, qué artistaza tenemos en ciernes. Si la suerte le acompaña y
mantiene las ideas claras, estamos con total seguridad ante una potencial
leyenda del  arte flamenco. Y es que la
voz de Marina simboliza, con permiso de la actual señora del cante jondo Carmen
Linares, la elegancia personificada en una apoteósica simbiosis entre la
delicadeza y el dramatismo. Dulce lamento, a mi entender, es la mejor
definición de su cante; un cante deslumbrante primero por alegrías, mostrando
sus dos acompañantes-Reyes Martín y Jara Heredia- un perfecto acople y sensibilidad
en los coros. Un cante bien elaborado por malagueñas seguidas por fandangos del
Albaicín-versión ligera de los de Frasquito Yerbabuena-. Un cante paciente, muy
personal y experto en los cambios de intensidad, por soleares de Triana. Un
cante rítmico  ajustadísimo a compás en unos
tangos recordando a Morente y con matices de Camarón. Y un cante espontáneo y
desenfadado por fandangos, con la guitarra-bien templada durante toda la actuación-de
Luis Mariano   fuera de micro  recibido por un aficionado con el grito “sin micrófono se oye mejor”. Me ahorro
los comentarios.
 
Para cerrar la primera parte
salió  la bailaora malagueña “La Lupi” con su grupo que, según me
contaron al final del festival, estuvo majestuosa por alegrías, verdiales  y serranas. Y digo “según me contaron”
porque, quizás en el momento más álgido de mi “megafónica” indignación
auspiciado por el anterior comentario del aficionado, abandoné mi escucha
activa para abordar, a modo de frustrante catarsis, con varios aficionados el
lamentable espectáculo que Puente Genil estaba dando al mundo del flamenco. Prometí
más arriba, estimados lectores, no hurgar más en la herida, pero me es
imposible; a día de hoy, diez días después del festival, mi malestar continúa
indemne y, mucho me temo, seguirá igual como mínimo, eso espero, hasta la
edición del  año que viene.


Tras el obligado y, para mí, monotemático-
¡megafonía, megafonía, megafonía…!-descanso, apareció sobre el escenario nuestro
paisano Julián Estrada  junto a la deslumbrante guitarra de Manuel
Silveria. Llevo haciendo la crítica del festival en estas páginas tres años, y
como muy bien sabéis, siempre he sido muy exigente con Julián. Pues bien, por
fin quedo totalmente satisfecho de  su
actuación. A Julián siempre le he valorado sus impresionantes facultades  además de la riqueza musical imprimida a sus
cantes, pero también le he criticado firmemente su obsesión con  el ropaje armónico y rítmico, su falta de
espontaneidad e improvisación y su escasa variedad de repertorio. En esta ocasión,
sin embargo, actuación redonda. Cantó como siempre- afinación perfecta, compás
ajustado, conocimiento de los cantes y voz muy impostada- pero añadiendo  gusto, espontaneidad y diversidad. Con estas
premisas interpretó  unas bellas  tonás campesinas; peteneras con gran
sentimiento y adecuados bajos; soleá de Alcalá, luchando incansable y
delicadamente en sus tercios; cantiñas, alternando alegrías y mirabrás;  fandango y abandolao  de Frasquito Yerbabuena,  en un preclaro compás por bulerías y, para
finalizar, unos fandangos personales provocando el éxtasis del público
asistente que no quería que se fuese. Por cierto, muy  bien acompañado en todo momento  por las palmas  de los también pontanenses, Jesús Zarrias,
Jorge Vílchez y Encarna López.
 
Y para terminar, apareció-a
priori, el plato fuerte de la noche-Arcángel
con la majestuosa guitarra de Miguel Ángel Cortés y los armonizados coros de
los hermanos Saavedra. Y digo “a priori”
porque para mí, y a posteriori, lo fue Marina Heredia sin discusión. No
es que estuviese mal este magnífico cantaor onubense de voz superaguda  y afinadísima, pero por momentos no lo vi muy
a gusto  y centrado sobre el escenario  como por ejemplo en la malagueña de Chacón. No
obstante cumplió a la perfección, demostrando, pese a su juventud, muchas
tablas y saber estar. Comenzó cantando, haciendo alarde de sus facilidad
melódica y acusado barroquismo, soleá por bulerías; pasó a la mencionada
malagueña; continuó con unos frescos tangos muy preciosistas; unas alegrías de Cádiz
alternadas con las  de Córdoba con un
gusto exquisito terminando, ante la insistencia del público, con unos fandangos
de su tierra.
 
En definitiva, y para concluir,
queridos amigos, un gran festival flamenco desde el punto de vista artístico,
enturbiado, amarga y vergonzosamente, por la megafonía  que, pese a la terrible
situación económica dominante, ha sabido mantener su nivel de calidad
tradicional con una joven pléyade de
artistas representantes de la actual tendencia en el cante flamenco. Esperemos,
por el bien del cante, continúen con esta línea sin olvidar, eso sí, los
fundamentos básicos de este arte nuestro  universal nombrado recientemente  Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la
UNESCO. Innoven, creen, indaguen sin miedo, pero  dentro de unos límites. ¿Qué sería de este arte si Antonio
Chacón, Antonio Mairena o nuestro
“Fosforito” se hubiesen dedicado, únicamente, a repetir obsesivamente
las melodías de sus respectivas épocas? ¿Qué sería de este arte si, abandonando
el género flamenco,  hubiesen recorrido solamente
el fácil  y superficial camino de lo
comercial? Dos preguntas, cuyas acertadas respuestas dan la clave del tan
deseado equilibrio.        UN
SALUDO A TODOS   
Álvaro de la Fuente Espejo

 

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