A TI, QUERIDO PAISANO/A

 
Estás líneas no van dirigidas a vosotros, paisanos/as de buena
fe, que hoy, de una manera respetable, respetuosa y consciente, habéis ejercido
vuestro legítimo derecho a la huelga con el imprescindible objetivo de
conseguir una sociedad más justa e igualitaria, que estoy seguro sois mayoría.
Sino a aquellos que -por suerte, en franca minoría-
  se toman algo tan sagrado como el derecho a
huelga en un pitorreo, apto para, con perdón, las catetadas más pueblerinas y
sorprendentes, no siendo conscientes de que la cultura y el arte son las realidades
más palpables que nos humanizan y nos alejan de la irracionalidad más absoluta.
Precisamente, de esa irracionalidad responsable de las situaciones denunciadas
en una huelga como la de hoy.
 
Sí, me dirijo a ti, querido paisano/a, que no se te ha ocurrido
otra cosa para proclamar tu fundado y necesario rechazo a las situaciones de
injusticia que, desgraciadamente, abundan en nuestro país relacionadas con las
condiciones laborales de las mujeres, que protagonizar un acto tosco y de
enorme vulgaridad -como decimos aquí: una mamarrachá
con algunos de los referentes de las artes universales y de nuestra cultura
pontana, simbolizados con la estatua del maestro Fosforito y el busto del insigne Manuel Reina.  Sinceramente, no te voy a engañar, no sé qué pinto,
con la cantidad de tareas que tengo pendientes, en esta lluviosa tarde de
primeros de marzo, estar perdiendo el tiempo contigo. Sé que no me vas a entender,
ni vas a protagonizar el mínimo esfuerzo por conseguirlo, al carecer de la sensibilidad
apropiada. Mas me apetece hacerte, si me lo permites, estas breves
apreciaciones:
 
-Estoy seguro de que eres de los que cerrarían la biblioteca
de nuestro pueblo o la escuela de música, al considerarlas gastos inútiles que “no sirven pa na”. No eres capaz de
apreciar que la lectura y la música son de las poquitas cosas que nos quedan
para alimentar nuestro espíritu, enriquecer nuestro intelecto y, por consiguiente,
aumentar nuestra capacidad crítica para combatir las situaciones injustas con
las que nos enfrentamos en el día a día.
 
-Estoy seguro de que valoras muuuuucho más un móvil de última generación para tus hijos, que un
buen libro, un viaje o una interesante obra de teatro. Es tu concepto del
progreso y el avance perpetrado por el ingenio humano.
 
-Estoy seguro, cómo no, de que eliminarías de un plumazo nuestras
tradiciones culturales de carácter popular más asentadas. No eres capaz de
comprender que en los pueblos y ciudades es más que recomendable para la salud
mental de sus ciudadanos, que estos se movilicen en torno a unas tradiciones que
además de ofrecernos una personalidad definida y un proyecto vivencial común, consideran
a la música, a la religiosidad, a la poesía, a la socialización y a tantas otras
cosas que jamás entenderás, como puntos nucleares. Por supuesto, no son perfectas,
¿lo eres tú quizás?
 
-Y, para finalizar, estoy segurííííííísimo,
querido paisano/a, de que mientras lees estas páginas te estarás partiendo de
risa, con el objetivo de ponerme a parir de un burro en tus grupos cómplices de
wasap por la “tonterías” que te estoy
soltado.
 
Termino. Manifiéstate contra las injusticias cuando quieras. Utiliza
los diferentes y múltiples medios de los que disponemos para convertir tu reivindicación
en un acto de nobleza y justicia. Pero por favor, hazlo, si me permites el
consejo, con un poquito de decoro, elegancia y respetabilidad, no necesitas de estos
actos de tan mal gusto. No obstante, quiero que sepas que si en la próxima vez
que se tercie incurres en la misma ordinariez, en el fondo te entiendo. No es
tu culpa que, en nuestro país, los que tienen el poder para hacerlo, no consigan
establecer los mecanismos apropiados para que la cultura, el arte, la música, etc., se ganen la respetabilidad y conciencia apropiada de la sociedad. ¿Te imaginas en,
por eje, Salzburgo -pueblo natal de uno de los más grandes genios de la Música-
que durante una huelga o manifestación apareciese una de las estatuas de Mozart
con un delantal? Me responderás convencidísimo: “hombre, no me compares a Mozart con el Fosforo”. He aquí el problema….
                                                         Álvaro de la Fuente Espejo

 

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